16 de agosto de 2012

Culpa





Hace algunos meses con una amiga y sus amigos más intelectuales, compartimos una cadena de mails en la que ella, en una especie de revelación o declaración (al nivel de un gay saliendo del closet), reconocía que amaba a Ricky Martin y que era tiempo de alejar el concepto culpa del concepto placer.
Por qué un placer culposo? Por qué la vergüenza de algo que a uno le gusta?


Y yo argüía que todo era culpa de nuestra arrogancia de seres ilustrados, que al igual que el cristianismo y otros males,y reconocí que nuestro intelectualismo mula de hijitos universitarios nos negaba el placer.

Claro, porque el discurso sólido, bien citado, contundente, pierde valor si lo acompañamos de un "mal gusto". Y qué pasa con ello? Caemos en una versión posmoderna, pero mucho más hipócrita del mismo actuar de la vieja qlia.

Y peor aún es reconocer ese placer y decir que es culpable sólo por ponerse el parche antes de la herida.
Entonces los más vivos buscan estrategias para poder comunicar eso que sienten sin perder la categoría en los circuitos sociales, una de ellas es decir que algo es kitsch o tonteras así.

Yo ya he hablado este tema antes, pero soy una mujer de temas repetidos, recurrentes.

Uno de mis placeres que antes me daba culpa, pero ahora lo asumo, es bailar axé. Me encanta aprenderme las coreografías y menear mi cuerpo como si fuera una bailarina árabe, me encanta seguir esos ritmos básicos al son de la cadera y esas poses sexys.

Al igual que los hombres tatuados, el helado de manjar con merengue, Juan Luis Guerra, los libros de Rivera Letelier, el horóscopo de Pedro Engel y un montón de cosas que a otros de verdad les daría vergüenza.

Y sin culpa.

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